Desinformación, una oportunidad para el periodismo

Para recuperar la credibilidad, los medios deben ser más transparentes, independientes y rigurosos


Ramón Salaverría (Xjorcom06) es catedrático de Periodismo en la Universidad de Navarra, coordina el observatorio Iberifier. Su investigación se centra en el periodismo digital y la desinformación. Autor de más de 300 publicaciones, figura en el ranking de la Universidad de Stanford de los investigadores más citados del mundo.

INTRODUCCIÓN

Si las mentiras fueran estrellas fugaces, estaríamos en plena noche de las Perseidas. Basta con aguardar unos instantes para que en cualquier tribuna pública, medio pseudoperiodístico o plataforma digital divisemos la siguiente patraña que cruza, rutilante, el firmamento de la información. A menudo, igual que nos ocurre con los destellos diminutos y efímeros que iluminan las noches de agosto, ni siquiera llegamos a percatarnos del paso de las mentiras. Circulan tan rápido y la esfera pública es tan grande que apenas percibimos una mínima parte de los embustes, manipulaciones y bulos que nos impactan sin parar.

Los engaños que más nos cuesta ver son, de hecho, aquellos que coinciden con nuestro punto de vista. Ocurre igual que cuando miramos a las estrellas: vemos mejor aquellas que lucen enfrente de nosotros, pero apenas advertimos las que se sitúan detrás.

La difusión estratégica y deliberada de falsedades, eso que hemos dado en llamar desinformación
(Tumber & Waisbord, 2021), se ha convertido en un problema planetario. Los creadores y difusores de desinformación —líderes sin escrúpulos, políticos de medio pelo, agitadores a sueldo, estafadores profesionales, gañanes en general— nos apedrean con sus bulos de manera masiva, orquestada y sin descanso. Frente a su amenaza, los ciudadanos necesitamos información contrastada y fiable, esa que el periodismo está éticamente obligado a suministrar.

Los medios son —o deberían ser— un escudo contra la amenaza de la desinformación. Aunque proliferan pseudomedios que mienten adrede y sin reparo bajo ropajes aparentemente periodísticos, lo cierto es que la mayoría de los verdaderos medios y periodistas cumple cabalmente con su labor. De hecho, hay organizaciones periodísticas que han convertido la misión de luchar contra la desinformación en su principal razón de ser.

Las agencias de verificación informativa, por ejemplo, centran su esfuerzo en desmentir los bulos, como esos astrónomos que otean el universo en busca de grandes meteoritos que apuntan a la Tierra. En el caso de los fact-checkers, escudriñan el cosmos de la información, desenmascarando falsedades y mensajes de odio que pretenden corromper la vida pública y manipular a los ciudadanos.

Sin duda, suena exagerado comparar la desinformación con el Armagedón, término que, no solo ha servido de título para una película taquillera, sino que sobre todo designa en varias religiones el fin catastrófico del mundo. Por ahora, no parece que las mentiras nos hayan puesto en semejante riesgo terminal. Sin embargo, lo cierto es que en enero de 2024 el mismísimo Foro Económico Mundial de Davos situó a la desinformación como la mayor amenaza mundial para los próximos años.

Tras la experiencia de la ola global de desinformación desatada durante la pandemia o, más recientemente, con motivo de la invasión rusa de Ucrania y de la guerra entre Israel y Hamas, muchas otras voces apuntan en el mismo sentido.

Debemos reconocer, por tanto, que es un problema grave. Que precisa ser enfrentado desde múltiples ámbitos, tales como la seguridad, las leyes, la investigación (Salaverría & Cardoso, 2023), la educación y, por supuesto, también desde el periodismo. Pero no debemos quedarnos solo con los aspectos negativos.

Como saben los buenos estrategas, allá donde hay una amenaza, asoma también una oportunidad. Por eso, sin desdeñar los innegables riesgos sociales que comporta la desinformación, las próximas páginas miran al fenómeno de la desinformación desde una visión poco frecuente: la oportunidad. La preocupación social respecto del auge de las falsedades brinda al periodismo una inmejorable ocasión para reconstruirse. Si los ciudadanos perciben la proliferación de noticias falsas como peligro, el periodismo tiene una oportunidad única para reivindicar su papel como garante de la veracidad informativa. Se trata, ni más ni menos, de que los medios redoblen su compromiso con su labor esencial. Que recuerden cuál es el fundamento del periodismo, esa profesión que se basa en investigar y contar asuntos actuales y relevantes, por incómodos que puedan ser, con garantía de independencia y, sobre todo, verdad.

LA CREDIBILIDAD, EN PICADO

Diversos estudios y encuestas vienen repitiendo en la última década que el principal problema de los medios no es económico. En realidad, la crisis financiera del periodismo, su pertinaz dificultad para reconstruir sus modelos de negocio, es más bien un síntoma de una enfermedad más profunda: la caída a plomo de la credibilidad.

La crisis reputacional del periodismo es un problema que, en mayor o menor grado, afecta a la prensa en la práctica totalidad de los países occidentales. No es solo que los fieles lectores de periódicos de antaño o los puntuales televidentes del telediario hayan comenzado a faltar a su cita cotidiana con la información. Es que esas mismas personas han comenzado a perder la confianza en aquellos mediosque antes sentían como su casa, para caer en brazos de vocingleros de las redes sociales y, en no pocas ocasiones, de embaucadores profesionales.

El declive del periodismo es general en Occidente, pero si se entra al detalle de los estudios, se advierte que hay países en los que la situación pinta peor que en otros. Por desgracia, uno de los lugares donde en los últimos años más ha caído la credibilidad del periodismo es España.

En 2018, un estudio del estadounidense Pew Research Center sobre la percepción social del periodismo en Europa indicaba que la credibilidad de los medios públicos y privados en España se situaba a la cola de los ocho países analizados por el estudio; los otros eran Reino Unido, Suecia, Países Bajos, Alemania, Dinamarca, Italia y Francia (Pew Research Center, 2018).

En 2022, el Digital News Report España (Vara et al., 2022) reveló que la pérdida de confianza de los usuarios españoles en las noticias se había agravado. Por primera vez desde que, en 2014, comenzaron los informes anuales Digital News Report en nuestro país, el porcentaje de quienes no se fiaban de la información (39%) superó al de quienes sí confiaban habitualmente (32%). Los datos no podían ser más sombríos y preocupantes para las empresas informativas españolas: revelan una pérdida de crédito continua y cada vez más acelerada. También en 2022, el Eurobarómetro de la Unión Europea desveló que, en España, el 71% de los encuestados no creía que la información de los medios privados estuviera libre “de presiones políticas y comerciales”, al tiempo que la desconfianza respecto de los medios públicos alcanzaba al 75% de la población (Unión Europea, 2022). Hablando en plata: apenas uno de cada cuatro españoles confía hoy en los medios.

Esta caída en picado de la credibilidad del periodismo tiene muchos causantes y, por supuesto, no todos trabajan dentro de las redacciones. La lista de responsables es larga. Para empezar por la base, un sistema educativo que, a día de hoy, sigue postergando la formación mediática de los jóvenes y no cultiva en las aulas el espíritu crítico en el consumo de la información.

También habría que incluir en la lista a una clase política que promueve el clientelismo de los medios privados y el control de los públicos, mientras persigue no ya la disidencia, sino la mera independencia. A los profesores Daniel C. Hallin y Paolo Mancini, americano e italiano respectivamente y, por tanto, nada sospechosos de filias o fobias respecto de la política en España, corresponde haber descrito al sistema mediático español como un “pluralismo polarizado” (Hallin & Mancini, 2004), donde, bajo una aparente libertad de prensa, reina una fuerte polarización ideológica y un ecosistema mediático plagado de presiones. Cabe suponer que la creciente polarización política de España es, de hecho, un factor multiplicador de la percepción social de desinformación: cuando las posiciones políticas se extreman y se alejan de un territorio común, los ciudadanos dejan de considerar la opinión discrepante como tal opinión y, en cambio, pasan a tacharla directamente de mentira.

El ya citado Digital News Report respalda esta hipótesis: según este estudio, el ciudadano español medio piensa que son los demás los desinformados y que, por el contrario, solo los medios que él consume son dignos de crédito. Está convencido, en suma, de que los únicos engañados —y acaso también mentirosos— son quienes no piensan como él.

Otro gran responsable de la pérdida de credibilidad de los medios se sienta en sus despachos de dirección. Presionados por un contexto económico adverso y por la necesidad de rendir beneficios, los propietarios y gerentes de la mayoría de los medios periodísticos occidentales han empobrecido su producto informativo. Comparados con los de décadas atrás, los periódicos de hoy tienen menos páginas, menos secciones, menos información propia. La radio y la televisión tienen menos corresponsales, menos reporteros, menos editores. También, de manera nada sorprendente, reciben menos publicidad y venden menos que antes, muchísimo menos.

Y luego están los medios digitales. Gracias a su presencia en las redes, es verdad que muchos cibermedios alcanzan hoy a públicos más amplios que antaño y lo hacen con exuberantes productos multimedia. El contenido digital resulta más cautivador y ubicuo que el de cualquiera de los medios clásicos. Por desgracia, su retorno económico sigue siendo insuficiente. Y el balance, preocupante: hay un convencimiento general de que las decisiones gerenciales han mermado la calidad de la información —su alcance, precisión, originalidad, estilo…— hasta dejarla por los suelos. Los medios españoles no están libres de este universal deterioro, por supuesto.

Muchos fenómenos confabulan, en fin, contra la credibilidad de los medios. En ese contexto, ha emergido una espiral de desinformación, con inquietantes efectos para la sociedad. Muchos la han visto como una amenaza que viene a sumarse a todos los demás problemas. Pero, ¿y si lo aprovechamos como una oportunidad?

CÓMO RECUPERAR LA CREDIBILIDAD

Son incontables los informes y análisis que han abordado en las últimas décadas las claves del declive del periodismo; también, por supuesto, los que han ensayado propuestas para atajar el problema (ahí están los trabajos de Denton & Kurtz, 1993; Cagé, 2016; Kueng, 2020; Pérez-Latre & Sánchez Tabernero, 2022, por citar apenas unos pocos).

Hay, en fin, tantos diagnósticos de la decadencia periodística como recetas para remediarla. Pero lo cierto es que, lejos de resolverse, el problema no hace más que empeorar.

Sería muy pretencioso, por tanto, suponer que uno puede dar con la tecla y arreglar, con unas pocas páginas, el mayúsculo desafío que tiene en jaque a toda una industria global desde hace décadas.
Conviene reconocerlo: el problema estructural del periodismo es muy serio y tiene muy difícil solución. Sin embargo, persistir en las decisiones erráticas y cortoplacistas que han conducido a los medios hasta su calamitoso estado actual parece la mejor garantía de su hundimiento definitivo. Esa obstinada estrategia —si se puede calificar así— solo servirá para cumplir, una vez más, la máxima de Groucho Marx: de victoria en victoria, hasta la derrota final.

En The Elements of Journalism, el análisis más profundo y de mayor impacto en este primer cuarto de siglo sobre la pérdida de credibilidad del periodismo, Bill Kovach y Tom Rosenstiel plantean el problema con nitidez:
En su etapa de esplendor, el periodismo ha sobrevivido porque ha ofrecido algo único a
una cultura: información independiente, confiable, exacta y amplia, que los ciudadanos
requieren para dar sentido al mundo que les rodea. (...) Los datos continúan mostrando
que la credibilidad declinante tiene más que ver con la percepción de que los periodistas
no han estado a la altura de esos valores (Kovach & Rosenstiel, 2021, p. xxi [traducción
propia]).
Se trata, por tanto, de un problema de renuncia a unos principios. Del olvido de la propia identidad, ante la presión ejercida por diversos factores: la transformación tecnológica, la creciente polarización política y la endeblez financiera. La fórmula para escapar de ese laberinto solo puede comenzar por una decisión: dejar de deambular sin rumbo y volver a la casilla de salida. O lo que es lo mismo, regresar a los principios fundacionales del periodismo.

¿Y cuáles son esos principios en el siglo XXI? El primero, la transparencia. Si los medios desean recuperar el crédito de los ciudadanos, deben comenzar por rendir cuentas de su trabajo. Confiamos en las personas cuando conocemos cómo se comportan, cuáles son sus valores y, sobre todo, por dónde no están dispuestos a pasar jamás. Nada produce más confianza que la certeza sobre los límites morales. Y viceversa.

Para recuperar la confianza, por tanto, los medios de comunicación deben comenzar por comunicar al público las normas éticas que rigen su proceder. Deben informar de cómo trabajan y cuáles son sus principios. Deben explicar cuáles son sus métodos de investigación y, siempre que no haya un motivo justificado para ocultarlas, deben ser claros respecto de las fuentes que han empleado.

Asimismo, tienen que explicar qué contenidos han elaborado bajo criterios estrictamente editoriales y cuáles, por el contrario, proceden de acuerdos económicos con empresas o entran en esa lábil categoría de los “contenidos patrocinados”.

Con la llegada de las informaciones generadas con inteligencia artificial, los medios también están obligados a desvelar qué contenidos han sido elaborados por periodistas y cuáles se han creado mediante sistemas algorítmicos. Más allá de las cuestiones editoriales, la transparencia debe extenderse hasta los aspectos económicos: los medios deben dejar claro quiénes son los propietarios, de dónde vienen los fondos y cuáles son las verdaderas cifras de negocio. Para que un medio resulte creíble no basta, en suma, con un par de artículos editoriales y unas pocas medidas cosméticas. Quien exige transparencia a los demás, debe dar antes ejemplo de propia transparencia.

Otra clave para recuperar la credibilidad es rectificar con rapidez y sin medias tintas. Cuántas veces habremos visto medios y periodistas que, tras publicar una información errónea, lejos de rectificar, se han limitado a retirar la noticia de su sitio, como si nada hubiera ocurrido. Muchas veces, ni siquiera eso: mantienen la información falsa, sin el menor gesto de rectificación. Sonroja tener que recordarlo a los periodistas pero, cuando se comete un error, la única actitud ética aceptable es reconocerlo y rectificar, con claridad y sin demora. Las personas disculpamos el error, lo que no olvidamos es la desconsideración y la mentira. Rectificar públicamente es una de las decisiones más inteligentes que puede adoptar un medio para fortalecer su credibilidad.

En tercer lugar, hay que mejorar los estándares profesionales. Es bien sabido que las opiniones son más baratas que la información. No hay más que fijarse en los medios actuales para darse cuenta de que a los medios les resulta más asequible contar con una tropa de opinadores todólogos —tertulias, tertulias y más tertulias— que con un equipo de reporteros y corresponsales especializados. Si los medios se dedican a exacerbar la opinión y a anular la información, que no se rasguen después las vestiduras al comprobar que la ciudadanía está cada vez más enfrentada. La opinión, especialmente cuando se presenta del modo dialéctico en la que acostumbran a hacerlo los medios, no genera conocimiento. Produce algo mucho menos edificante: en el mejor de los casos, entretiene, pero a menudo degenera en simple enfado y rechazo. Justo el caldo de cultivo que sueñan los creadores de la desinformación.

Para recuperar la confianza, corresponde una responsabilidad clave a los medios de titularidad
pública. O, para ser más exactos, a sus gestores. Como ya hemos apuntado, los medios públicos españoles, tanto los de ámbito nacional como los autonómicos, se encuentran entre los que menor confianza suscitan en los países occidentales. La percepción ciudadana de control político de los medios públicos está muy arraigada. Y no faltan los motivos. Una medida deseable para regenerar la credibilidad en el periodismo sería, por tanto, eliminar el dirigismo político de los medios públicos: una cosa es gobernar las cuentas de una corporación pública y otra, bien distinta, controlar qué, quién, dónde, cuándo y cómo aparece en un medio.

De tan obvias, las medidas hasta aquí reseñadas pueden sonar ilusas. Pero por ahí va el camino. Para
recomponer la credibilidad, los medios deben ser más transparentes, independientes y rigurosos. Todos sabemos que el statu quo de los medios no permite albergar muchas esperanzas para el cambio. Pero si de verdad nos preocupa el problema de una ciudadanía cada vez más desinformada y alejada de la información, quizá debamos comenzar a reivindicar con firmeza estas utopías.

La creciente presencia de la IA generativa ha resaltado la necesidad de establecer directrices en las salas de redacción para regular estas tecnologías. Un análisis realizado por Hannes Cools y Nick Diakopoulos sobre diversas guías existentes revela temas comunes como la supervisión humana, la transparencia, la responsabilidad y la privacidad.


Valores clave. 
Según el artículo, se identifican varios valores clave en las directrices para el uso de la IA generativa en las salas de redacción. A considerar:

  1. Supervisión: Las directrices enfatizan la importancia de la supervisión humana significativa en el uso de la IA generativa. Se destaca la necesidad de que los resultados generados por las herramientas de IA sean sometidos a un escrutinio crítico y verificados, complementados y fact-checkeados por expertos humanos antes de su publicación. Se enfatiza la autonomía humana y la primacía de las decisiones humanas.

  2. Transparencia: Se hace hincapié en la transparencia en el uso de la IA generativa en las salas de redacción. Las directrices sugieren que el contenido generado por IA debe ser etiquetado y que el uso de IA en la producción de noticias debe ser comunicado al público. Sin embargo, se menciona que esta transparencia puede variar según si la IA se utiliza como una herramienta complementaria o como una parte integral del flujo de trabajo.

  3. Usos prohibidos y permitidos: Las directrices incluyen una lista de usos prohibidos y permitidos de la IA generativa, aunque a veces se hacen excepciones. Se establecen condiciones explícitas de transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas para estas excepciones. Se presta especial atención al uso de la generación de imágenes.

  4. Responsabilidad y responsabilidad: Se destaca la importancia de la responsabilidad y la rendición de cuentas en las directrices. Esto se aplica tanto al contenido publicado como a los valores como la precisión, imparcialidad, originalidad y transparencia. También se resalta la implementación de medidas de responsabilidad para el uso de datos y productos de IA, así como el uso de sistemas de IA técnicamente robustos y seguros para minimizar los riesgos.

  5. Intención estratégica de uso: Las directrices también reflejan los objetivos estratégicos de las organizaciones al implementar la IA generativa. Se mencionan motivaciones como el deseo de mejorar la originalidad, calidad e incluso velocidad, al tiempo que se enfatiza que la IA no debe reemplazar a los periodistas y se deben mantener los valores fundamentales como la independencia e imparcialidad.

  6. Formación: Aunque se menciona con menos frecuencia, algunas directrices hacen referencia a la formación y la capacitación como parte de la mitigación de los riesgos de la IA generativa y la rendición de cuentas y transparencia hacia el público.

En resumen, los valores clave de estas directrices incluyen la supervisión humana, la transparencia, la responsabilidad, la responsabilidad, la intención estratégica de uso y la formación. Estos valores buscan garantizar el uso ético y responsable de la IA generativa en las salas de redacción y preservar los estándares de calidad y principios periodísticos.

Foto:Imagen de Alexandra_Koch en Pixabay 

Debate cultural


Estamos participando en un curso de Aceprensa Forum sobre el debate cultural. Tres sesiones impartidas por uno de mis influencers, Juan Meseguer

Meseguer (Madrid, 1981) es Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid Doctor por la UNED con una tesis sobre la etapa inglesa de Karl Mannheim, en la que el sociólogo húngaro se pregunta cómo reconstruir las democracias liberales en una Europa dividida por distintas visiones del mundo y redactor jefe de Aceprensa. Ha publicado tres poemarios: Áspera nada (accésit del premio Adonáis 2013), Un secreto temblor (premio Arcipreste de Hita 2010) y Bancos de arena (accésit del premio Adonáis 2005). También ha escrito varios libros de divulgación: Pensamiento crítico: una actitud (2016), Familia: los debates que no tuvimos (2011), La fiesta que no cesa (2010) y La familia que viene (2008). 

El esquema de la primera sesión ha sido este: 
  1. Qué es y por qué importa la batalla de las ideas 
  2. ¿Podemos hablar sobre valores y estilos de vida sin pelearnos? 
  • Claves para una disputa feliz (B. Mastroianni) 
  • Iniciativas y buenas prácticas para hacer avanzar la conversación sobre temas sociales controvertidos
Comparto algunas de las notas que tomé durante la sesión y el coloquio posterior.

La batalla cultural es la capacidad de generar consensos sobre ideas universales y de mantenerlos en el tiempo desde el propio punto de vista. Es fundamental llegar primero, ser el que propone y establece el marco del debate, porque pone al que piensa diferente a la defensiva y le obliga a reaccionar.

Puso como ejemplo de partida una plaza en la que hay de todo. Para el debate actual hay que aceptar que la plaza es diversa, que nunca está vacía, que en ella hay unas convicciones u otras. La mentalidad dominante está constituida por ideas consideradas progresistas, pues hay un sesgo negativo de las ideas conservadoras.

Propone salir de la confrontación y encontrarnos con personas que piensan diferente. Puso el ejemplo de una experiencia en  la que solo hay exposición de unos y de otros y preguntas de otros y de unos, sin debate (puede servir de entrenamiento previo para el debate, pensamos).

Aconsejó la lectura del artículo Complicando las narrativas, de Amanda Ripley, quien propone que los periodistas no escriban en plan buenos y malos, sino en función de cómo se comportan realmente los humanos cuando están polarizados y son desconfiados. Se trata de inyectar matices en la conversación.


Claves para una disputa feliz  (ver La disputa feliz, de Bruno Mastroianni) en temas de calado:

  1. Abrir perspectivas, mostrar paradojas. La disputa feliz es aquella en la que hay más satisfacciones que amarguras al terminar el debate y ayuda a crecer; aunque no me den la razón.
  2. Mantener el foco en el tema del debate. Para esto, hay que humanizar al "otro" primero (establecer una relación); luego llegará el turno de los argumentos.
  3. Siempre hay dos audiencias, aquella con la que debato y los que escuchan el debate.
  4. Afinar los argumentos para que lleguen a los que piensan de otra manera.
  5. En el debate debe haber de todo: datos, historias, razonamientos...
  6. Separarse del debate político (inmediato y a corto). El debate cultural tiene otros tiempos.
  7. Antes que la estrategia están los contenidos.
Hasta aquí lo de la semana pasada. Mañana es la segunda sesión. Ya os contaremos qué tal
 
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En la foto, Juan Messeguer durante la sesión de Zoom.


2021. Tendencias y transformación digital


 
Miquel Pellicer es director de Innovación en la agencia Interprofit. Su currículum es amplio y completo como periodista y antropólogo, una combinación muy, muy interesante. 
 
El pasado miércoles 20 de enero participó en los Coloquios Vitruvio, de la mano de Rafael Martín Aguado, socio consultor de la agencia de comunicación Rommel&Montogomery. Estas son algunas de los notas que tomamos durante el coloquio 2021. Tendencias y transformación digital

Las claves: 

  • audiencias fragmentadas (segmentación o verticalidad); 
  • cambian los intereses según las generaciones; 
  • generamos y consumimos opinión (contenidos); 
  • los medios (tradicionales) pierden influencia; 
  • los contenidos audiovisuales (virales) ganan importancia; 
  • pasar de informar (vender) a hacer comunidad; 
  • los periodistas necesitan aptitudes y actitudes, habilidades de construcción digital, de modos de trabajo (innovación, creación en equipo, espíritu crítico) y de prospectiva y elaboración de proyectos. 

Esto nos recordó lo que hemos leído sobre las crisis de confianza (prestigio) de las instituciones, sean estatales o privadas, de lo que escribió Alberto Tarifa en su artículo «La crisis de las instituciones». A los profesionales de la comunicación institucional y/o corporativa, el coloquio puede animar a replantearse el enfoque del trabajo hacia la construcción de comunidades, empezando por el cambio del nombre de la profesión: ¿cómo deberíamos llamarla?, ¿comunicación comunitativa?, ¿community planner

Más ideas en cascada: 

  • el principal reto es conectar contenidos, datos, creatividad y estrategias; 
  • generar confianza (que está a prueba) vs postverdad; oportunidades: fact cheking de fake news y fake images
  • audiencias con conciencia: el gran reto que espera detrás de la pandemia es el medioambiental; 
  • empresas con criterio (propósito): hay quien asegura que las marcas ya no son de las empresas, son de los consumidores (fans), que las modelan; 
  • personas antes que procesos, innovación antes que resultados, pocos controles; 
  • conexiones emocionales antes que ventas; la comunicación interna es más difícil (aún) que la externa; 
  • el nuevo liderazgo surge de la comprensión profunda del otro; 
  • innovación y proyectos que contemplen el corto plazo (esto evoluciona muy deprisa); 
  • nuevos territorios, nuevas plataforma, nuevas narrativas (datos, podcasts, asistentes de voz...). 
El coloquio dejó una cuantas preguntas muy interesantes en el tintero y tuvo que pasar deprisa sobre cada tema. Es de agradecer la capacidad de Pellicer para sintetizar respuesta con agilidad, pues solo tuvo 45 minutos para desgranar una experiencia y un conocimiento tan vasto como decantado. Recomiendamos revisar la grabación del coloquio; si siempre se aprende, en esta ocasión aprendimos mucho.


Un año más, y van 22. Lo hemos pasado "de cine". Tres jóvenes productores de cortometrajes, tres fundadores y directores de productoras audiovisuales (películas, documentales, etc.), tres artistas-empresarios que son, además, muchas otras cosas. Hemos aprendido que hay que hacer de todo y tomar todos los trenes que pasan: nunca sabes qué cosa y qué tren te llevarán lejos.

Nos lo anunció Alberto Tarifa, que lleva "produciendo y dirigiendo" estas Jornadas de Comunicación Siglo XXI -más conocidas ahora como "jorcom"- desde que empezaron, sin interrupción.


Nos lo contó Bernabé Rico (Tal y Cual), con su experiencia personal como actor, adaptador, guionista, productor, en teatro, cine y televisión, doblador..., nominado a los Premios Goya al mejor cortometraje documental.

 

Lo supimos por Olmo Figueredo (La Claqueta PC), que no hizo ascos a la BBC (bodas, bautizos, comuniones), y gracias a una boda llegó a los promocionales de empresa y, de ahí, a las nominaciones a los Premios Goya -en tres ocasiones-, al Premio Grammy Latino al Mejor Video Musical Versión Larga, etc.


 

Y nos lo confirmó "el señor de los premios" (tres Goya, una Palma de Oro, una nominación al Oscar), Arturo Méndiz (Bastian Films). Un amigo que le invita a crear una escuela de cine en Reus (¡en Reus!); un profesor que es director de cine y tiene un guión muy raro; un trabajo de fin de curso (Timecode); un amiguete que presta un aparcamiento a punto de estrenar; Cannes; Madrid;  ¡Hollywood! Si te nominan para los Oscar, prepárate para producir y dirigir otra película: "A la caza del Académico (de cine)".


Tan excelente reparto tuvo una debutante, Leticia López, la productora, guionista, montadora, actora y distribuidora del viral "Save Jaén". Si quieres, puedes; pero vas a tener que trabajar, y hacer de todo. Desveló fotograma a fotograma la cocina de su sátira (un cuarto de millón de visitas) del famoso "Help Catalonia".


Tres también son las ediciones que lleva Jorge Bolaños, decano de la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Granada, acompañándonos, apoyando (y haciendo contactos) y presentando a alguno de los ponentes, en este caso, a Arturo Méndiz.


¡Que no se nos olvide! Hicimos un alto en el camino para charlar y conocernos, al frescor de unas Cruzcampo y al calor de unas tapas.

Y todo esto, en una mañana de sábado. ¡De cine!



Ponentes 22jorcom: El largo camino hacia el corto (de cine)



Arturo Méndiz Noguero

En el mundo de la ficción ha apostado desde sus inicios por la profesionalización del cortometraje, entendiéndolo como un producto en sí mismo, al margen de que pueda servir como tarjeta de presentación para directores y técnicos.

Por eso ha impulsado la creación de la Asociación de la Industria del Cortometraje, y hasta la fecha ha producido ya 11 cortometrajes que han obtenido más de 300 premios en festivales internacionales de todo el mundo, incluyendo 3 Premios Goya al Mejor Corto de Ficción por “El barco pirata” (2012), “El corredor” (2016) y “Timecode” (2017), además de una Palma de Oro en el Festival de Cannes y una Nominación al Oscar, de nuevo por “Timecode”.

Olmo Figueredo González-Quevedo

Tras graduarme en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla, decidí continuar mi formación con el Master en Gestión de Empresas Audiovisuales de la Universidad de Sevilla y el European Master in Audiovisual Management de la Media Business School.
En 2002 fundé junto a Manuel H. Martín la productora La Claqueta, con la que he desarrollado como productor numerosas producciones en coproducción con canales como TVE, Canal Sur Televisión, Canal + History Channel, Canal 9 y ETB.
En el año 2011 fundé "Tito Clint Movies, SL", spin-of de La Claqueta que nace con el objetivo de producir ficción cinematográfica.
Tuve la fortuna, de estar nominado al Goya 2012 por el documental “30 años de oscuridad”, vendido a más de 30 canales de televisión. Desde 2012 soy también miembro de la European Film Academy y formo parte de la Junta Directiva de la Asociación de Productores Andaluces (AEPAA-APRIA).
En 2012 también fui seleccionado por la organización del MIP-TV de Cannes como uno de los cuatro "New Producers To Watch".
Acabo de concluir como director un cortometraje documental “Me llamo Olmo”, que ha contado con la colaboración de Bernardo Bertolucci. En 2013 también produje "Alfred & Anna”, cortometraje de animación nominado al Goya 2013.
Entre mis nuevos proyectos destacan la participación como socio fundador de una start-up tecnológica para el lanzamiento de una aplicación de m-commerce, la serie de edutainment "Artpoetica" o los documentales "Las Santas de Zurbarán", "Alcalá Zamora. La Tercera España" y "La Vida en Llamas".

Bernabé Rico

Vertebra su carrera alternando facetas en las Artes Escénicas y Cinematográficas como actor, productor, director, adaptador y guionista. Como intérprete ha trabajado en Tv, teatro, en varios cortometrajes y dos largometrajes. Cuenta además, con una amplia trayectoria como actor de doblaje.

En Teatro ha producido diversos espectáculos y ha escrito y dirigido numerosos cortometrajes.

Es productor de una serie de animación y ha realizado la producción ejecutiva de todas sus producciones. Es director de Tal Y Cual Producciones, que crea y dirige desde 2009 y que desarrolla todo tipo de proyectos audiovisuales y escénicos.
Es miembro de la Academia de las Artes Escénicas, FAPAE, la Coordinadora del Cortometraje y la Asociación de la Industria del Cortometraje (AIC).

Leticia López Aguilar

Periodismo de imitación, la autora del vídeo SAVE JAÉN
Colaboradora en Onda Cero con 'La cosecha de Leticia' redactora en el digital 'Hora Jaén'.

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Comencé en Intereconomía, continué en La Linterna de Cope, y, en dos ocasiones, he tenido la oportunidad de vivir y trabajar en Praga dedicándome al Marketing y la Comunicación.

Harta de la monotonía informativa, en octubre de 2017 decidí crear el video parodia ‘Save Jaén’, la versión satírica del propagandístico 'Help Catalonia'.
Me divierto creando y comunicando.




PROGRAMA

Sábado 21 de abril de 2018
Colegio Mayor Albayzín, Granada

10:00 Recepción e inscripciones*

10:30 El caso Tal Y Cual. La creación de una productora
Bernabé Rico
Director, productor, adaptador y guionista.
Fundador de Tal Y Cual Producciones

11:15 SAVE JAÉN. Crítica, sátira y drama. El guion de actualidad: viralizar con humor
Leticia López Aguilar
Imitadora. Fundadora de Periodismodeimitación.com

12:00 Siempre hay una historia que contar. Storytellers: la creación de contenidos
Olmo Figueredo González-Quevedo
CEO & Fundador de La Claqueta PC

12:45 Un alto en el camino. Área de descanso Cruzcampo

13:30 El Señor de los Premios. El camino más corto hacia los Goya.
Arturo Méndiz. Noguero
Productor de cine. Director de Bastian Films

14:15 La Meta. Despedida y cierre

* Precio único: 10 €

22 Jornada de Comunicación


Estamos preparando la vigésimo segunda edición de la Jornada de Comunicación Siglo XXI, las ya veteranas y conocidas "jorcom". Después de algunas dudas, nos hemos lanzado con una jornada dedicada preferentemente a estudiantes; aunque abierta, como siempre, a periodistas y profesionales de la comunicación de todos los ámbitos, y a todas las personas interesadas en el tema.


Sí, continuamos inmersos en el mundo de la producción audiovisual. Esta vez contaremos con tres jóvenes productores españoles de éxito y una refrescante sorpresa viral.

Anotad la fecha: Sábado 21 de abril de 2018.

Anotad el lugar: como siempre, en el Colegio Mayor Albayzín, Granada.

Y anotad el título: El largo camino hacia el corto (de cine).

¿Los ponentes? Un habitual de los Goya (atesora 3), Arturo Méndiz, productor de cine, director de Bastian Films; Olmo Figueredo González-Quevedo, CEO & Founder de La Claqueta PC; Bernabé Rico, director de Tal Y Cual Producciones; y Leticia López Aguilar, la autora del vídeo viral SAVE JAÉN, colaboradora en Onda Cero con 'La cosecha de Leticia'y redactora en el digital 'Hora Jaén'.

El programa, pronto (o eso queremos).

Al mando esta vez, Jaime Camacho y, como siempre, el incombustible Alberto Tarifa.

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¿Te apetece? En breve abriremos la inscripción y daremos el resto de detalles a medida que se confirmen. Estad atentos. Be aware.



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